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Poco tiempo después de la reunión en Washington, Dawson, chargé dáffaires en Caracas, escribía al secretario de Estado para informar que tanto el presidente Betancourt, como los militares ministros Mario Vargas y Delgado Chalbaud, y el jefe de FF.AA., Pérez Jiménez se le habían aproximado en diferentes ocasiones para insistir en el pronto envío de equipos y municiones, así como el establecimiento de la misión de tierra.(8) El mayor Pérez Jiménez se le habría sincerado para comentarle que la misión era muy útil para la moral y la disciplina de las FF.AA., fuertemente afectada por la “revolución de octubre”, y le daría prestigio y autoridad al Ejército en momentos en que hay “muchos enemigos de la revolución tratando de avergonzar al gobierno y al Ejercito”. Delgado Chalbaud también le comento que la misión “mantendría ocupado” al Ejercito. Dawson aconsejaba analizar con atención y desde una perspectiva política el envío de esta misión y daba algunas evaluaciones en torno a las repercusiones de la misma.
Un primer punto para Dawson era que una nueva revolución no le convenía a los intereses norteamericanos y que la misión, que vendría a reforzar las ya existentes, aérea y naval, seria una manera bastante clara de indicar que los EE.UU. estaban apoyando al nuevo gobierno, con lo cual se contribuiría a desanimar a contrarrevolucionarios. De la misma opinión era por aquellos días el agregado aéreo Wagner, quien consultado por un funcionario del Departamento de estado también aseguro que era mejor apoyar al gobierno de la junta ya que una contrarrevolución seria contraproducente y sangrienta para el país.(9)
Como contraparte sin embargo, Dawson dijo que el personal y equipo de una misión, si no se seleccionaba bien, entendiendo por ello, traer un personal de alguna manera familiarizado con las “sutilezas de la mentalidad latina” podría verse utilizado por alguna de las distintas facciones existentes en el seno del Ejercito, que estaba muy dividido. Otro punto que pensó debía considerarse era que la Junta Revolucionaria había tomado algunas medidas que afectaban los intereses privados norteamericanos (el decreto No.112) y era de preverse que continuaría en esa dirección. Si bien la embajada no necesariamente interpretaba esto como tendencia antinorteamericanas, viéndolo más bien como posturas demagógicas para aumentar el respaldo popular, si se enviara la misión ahora, pareciera ello aceptarse tácitamente estas actitudes de la Junta.(10) Siendo el asunto bastante complejo, Dawson recomendó demora y pensar en una decisión que formase parte de una clara e integral política de los EE.UU. hacia Venezuela.(11)
Pero por aquellos días una política clara e integral era algo difícil y para la cual no había tiempo. Así, mientras el agregado aéreo Wagner se ponía de acuerdo con el jefe de la misión aérea para recomendar para Venezuela la compra de seis a ocho aviones P-47 y tres C-47, el embajador mostró su desacuerdo. El considero que estos aviones, en especial el P-47, eran los de mayor efectividad militar en el mercado, pues cada uno podía transportar ocho ametralladoras y una bomba de 500 libras. Con uno solo de estos aviones, alegaba Corrigan, podía destruirse la ciudad de Caracas y darle a la aviación venezolana seis u ocho de estos significaba poner en sus manos, o mejor en las manos de un número reducido de pilotos, el control del país. El embajador, con el respaldo de algunos altos funcionarios del Departamento de Estado, entre ellos Joseph Flack, el jefe de la NWC, opinaron que era mejor no otorgar estos aviones hasta no constituirse en Venezuela un gobierno constitucional.(12)
Esto va a ocasionar desagradables problemas, puesto que Braden en conversación con el general Arnold, jefe de las FF.AA. estadounidenses, aprobaron en febrero otorgarle a Venezuela 15 P-47 y 10 C-47, además de otros aviones para usos de transporte. La posición de Corrigan solo logro bajar esta cuota haciendo desaparecer los temibles P-47 y dejando en 3 los C-47, pero la información se coló a la embajada de Venezuela en Washington con lo cual se produjo un impasse, que obligo a Dawson a solicitarle al Departamento de Estado que se otorgasen todos los aviones acordados por el general Arnold o se buscase alguna buena excusa. (13)
En marzo el gobierno venezolano obtuvo equipos y materiales bélicos no según lo acordado por Arnold y Braden, sino según las previsiones aconsejadas por el embajador Corrigan. Inmediatamente fueron considerados insuficientes y la Junta volvió a solicitar un número…
La historiadora Margarita López-Maya llevó a cabo una investigación en los papeles norteamericanos que arroja luz sobre las relaciones del régimen de Octubre con las compañías petroleras, las tensiones creadas por decisiones como el decreto 112, anunciado por el presidente de la JRG la noche del 31 de diciembre del 45, estableciendo un impuesto extraordinario a las compañías petroleras. En Washington se calificó como "shock surprise", O sea, "una desagradable sorpresa".Así, la política de "No más concesiones" y del 50/50 creó un ambiente de tensión que no se despejó a lo largo del trienio. De modo que aquel fue un tiempo en que se avanzaba de manera quizás vertiginosa en las reformas políticas, en las reformas sociales y económicas, mientras proliferaban las más variadas conspiraciones. Desde el exterior, el general López Contreras no dio tregua ni un minuto. No habían terminado de conocerlo. Cuando lo conocieron ya era tarde. Entre los capítulos más singulares de la profesora López-Maya anotaremos el correspondiente a las confesiones del general (mayo de 1947) frente a sus interlocutores del Departamento de Estado, en Washington, a quienes entregó un ejemplar del "Libro Rojo", su mejor caballo de batalla de toda la vida, con episodios tales como la proyectada invasión a Venezuela del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo y Molina. Haberlo tenido como amigo habría sido preferible.El 24 de noviembre de 1948 se consumó el golpe de Estado de las Fuerzas Armadas. Una Junta Militar de Gobierno asumió el poder. La integraban Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez. Gallegos fue expulsado rumbo a La Habana el 5 de diciembre. A raíz del asesinato del presidente de la JMG, el coronel Carlos Delgado Chalbaud, en 1950, los militares nombraron a un civil, el Dr. Germán Suárez Flamerich como presidente de la JdeG. En 1952 el régimen militar convocó a elecciones para una asamblea constituyente. Fue derrotado de manera clamorosa. Los líderes de URD fueron expulsados del país y otros perseguidos. Pocos días antes de las elecciones del 30 de noviembre había sido asesinado el Dr. Leonardo Ruiz Pineda, Secretario General de AD. Ante la derrota, Pérez Jiménez da otro golpe de Estado. No tenía otro lenguaje.