Texto y fotos: Maricha Martínez Sosa
· Corrección: Umami.do
[Este es el quinto artículo de una serie en torno al emprendimiento, la gastronomía y el turismo en RD, haz clic acá si quieres leer el primero que fue la introducción, el segundo que fue sobre las frituras , el tercero en el que vimos los comedores comunitarios. y el cuarto fue sobre los paradores ]
Te apuesto que, estando en la República Dominicana, te dará trabajo pasar por un asentamiento humano de mediano tamaño sin encontrarte a alguien de la comunidad que salga a vender, pues como dije en la primera parte de esta serie de artículos, muchos dominicanos parecemos contar con aquel gen del “dale p’allá”. Algunos de estos emprendedores apenas cuentan con una cubeta en la que sentarse, otros poseen unas estructuras de palo y zinc que hacen las de mostrador y en las que se exhibe una amplia amalgama de productos que van desde los dulces criollos a batatas asadas, pasando por los frutos secos, entre otros.
Es curioso ver como algunos parecen ser islas, solitos en su afán de sacar su familia a flote a raíz del trabajo constante. Sin embargo, con cierta frecuencia vemos cómo algunos otros van poco a poco tornándose en archipiélagos pues conforme se aprecia el éxito de los primeros, más aumenta la oferta y por tanto la competencia.
En ciertas zonas esta tendencia goza de tal popularidad, que nuestros admirados emprendedores acaban contando con el patrocinio de marcas vinculadas a su quehacer y, por lo tanto, exhiben una notable estandarización que suele apreciarse en la señalización o construcción del área en la que hacen su labor comercial.
Ejemplo evidente del efecto previamente descrito facilitó el que en lo alto de nuestras cordilleras se creara un tramo de carretera que concentra metros y metros de sabor y tradición. Evidentemente me refiero al “Bulevar de Arepas», un pequeño segmento cercano a la ciudad de Jarabacoa que concentra a múltiples vendedoras de este derivado del maíz, en su más artesanal formato.
Mientras algunas se limitan a presentarse en las horas y días clave, esos en los que saben que agotarán las ventas, hay otras que se presentan como si estuvieran ponchando ante un jefe estricto y es que mientras las primeras esperan vender a los visitantes de afuera, las segundas suelen ser quienes proveen de sus exquisitas creaciones a los miembros de la comunidad local.
Te confieso que yo, personalmente, parezco no tener la fuerza de voluntad para pasar por los coloridos puestos amarillos señalizados con el logo de Mazorca, sin detenerme a comprar al menos una libra de arepa y que conste para el récord que da igual el nivel de hambre que tenga, este tramo de carretera es simple y sencillamente una tentación.
Pero así como esta, hay pequeñas zonas de comercios a la vera del camino que pese a no contar con patrocinio, se dedican a la venta de unos pocos productos que van desde la yuca mocana a los guandules sanjuaneros, pasando por los mangos banilejos y los chicharrones y puercos en puya del cruce francomacorisano.
Todos ellos forman parte de nuestros “emprendedores de a pie” esos por los que no nos cansamos de recomendarte que te detengas y les compres pues aunque para ti una pequeña compra no signifique mucho, para ellos puede ser la que asegure ‘el pan de cada día’.
¿Tú que opinas? Cuéntalo aquí: