Ausencia de acrobacia. (Lack of acrobatics)

July 12, 2011 by · Leave a Comment

El beisbol como todo en la vida ha sufrido metamorfosis que a muchos les han parecido positivas y a otros no tanto. El bateador designado, la compresión de la zona de strike, la disminución de las distancias entre el plato y las cercas de los jardines, pelotas más salidoras, reducción de la altura del montículo de lanzar, son algunas de las modificaciones más significativas.

 Sin embargo hay otras variaciones del juego que parecieran secundarias pero igual afectan su intensidad. Me refiero a las tertulias cada vez más frecuentes al llegar un corredor a una base, los pantalones cubriendo las medias sanitarias hasta la parte de abajo de los zapatos. Es un juego muy distinto al que conocí a finales de los años 60 cuando los peloteros corrían a todo lo que daban sus piernas, hasta con un flaicito a las manos del catcher.

  Quizás una de las demostraciones que más extraño sea el pívot del segunda base en la jugada de dobleplay. Tal como lo expresara con melancolía el fotógrafo de béisbol Aldo Di Bari en el programa radial de Humberto Acosta y Cristóbal Guerra. Ahora la mayoría de los segundas base corren a un lado para evitar al corredor que viene de primera base. Aunque igual hacen el dobleplay, la jugada ha perdido aquel encanto de la acrobacia del salto de rana sobre la segunda y me parece que con el pívot se ganan (o ganaban) segundos valiosos en la ejecución de la jugada.

   Nellie Fox, aquel singular camarero que hizo combinación con Luis Aparicio, refería alguna vez que cuando llegó nuevo a los Medias Blancas de Chicago preguntó cuales eran los atributos principales de un segunda base y le dijeron. Debe tener los nervios de quién camina en la cuerda floja, el arrojo de un ratero y la gracia de un bailarín.

 Mis hermanos mayores hablaban mucho de las jugadas de un segunda base llamado Gustavo Gil. Primero con el Valencia Industriales conformó una de las combinaciones más efectivas de la LVBP junto a Teodoro Obregón, despues con los Navegantes del Magallanes integró otro tandem de altos kilates defensivos con Jesús Aristimuño. El tipo era muy bueno a la defensiva, pero lo que hacía a muchos elogiarlo era su pívot espectacular a la hora de manufacturar la doblematanza. Los narradores lo llamaban “El Maestro”, Delio Amado León llegó a decir cada vez que bateaban por sus predios “out por regla”.  Mis hermanos Felipe y Jesús Mario lo llamaban “el astronauta” por la forma como flotaba sobre la intermedia en cada dobleplay. Ellos solo tenían las referencias gráficas de periódicos y revistas, además de la imaginación que armaban con la narración radial.

 El primer juego de béisbol organizado que presencié, ocurrió en el Estadio Municipal de Cumaná, durante el Campeonato Nacional Juvenil escenificado en agosto de 1970. Cojedes versus Sucre. Aún siento el corazón retumbando hasta la punta de mis pies de un niño de nueve años. Cuando entré a la tribuna central, el tío Carlos tuvo que cerrarme la boca y templarme hacia las gradas. “¿Nunca había venido a un estadio?” Todo aquel concierto de verde y naranja mezclado con las luces que llegaban desde postes inmensos y un tipo gritando “El pool, segunda base visitador”, me encandilaban hasta quitarme la respiración. La primera jugada que recuerdo fue un roletazo invisible por toda la línea de tercera base. Justo Arias se lanzó de cabeza, agarró la pelota y lanzó a segunda, allí la tomó el camarero del estado Sucre, de apellido Millán, pisó y pivoteó para lanzar a primera, completaron el dobleplay, pero el corredor tropezó a Millán y este dio varias vueltas sobre la arcilla del abanico. Estuvo como cinco minutos recibiendo auxilio del masajista. El tío Carlos me dio dos palmadas en el hombro. “Tranquilo, el béisbol es así”.

 Aún guardo en los archivos de la memoria el salto característico que daba Remigio Hermoso cuando recibía la pelota de Enzo Hernández para soltar la pelota hacia primera base. La narración de Musiú LaCavalerie dibujaba trazos de un practicante de kung fu o karate. Los pies desplegados en una zancada impresionante, el brazo derecho estirado hacia delante. “…Remigio devuelve a primera…dobleplay la jugada. Acabamos de ver una jugada de museo…arte puro…”

 A través de un artículo de Sports Illustrated supe que Bobby Richardson cuando hacía combinación con Tony Kubek alrededor de la intermedia de los Yanquis de Nueva York de principios de los ’60, hacía cinco pivots distintos de acuerdo a la ubicación y la intensidad del batazo. Toda una sinfonía de esgrima y habilidad que estaba en el ambiente en cualquier juego de aquel equipo.

  Mientras Luis Aparicio jugaba con los Medias Rojas de Boston le tocó darle algunos consejos a un segunda base novato llamado Doug Griffin. En una ocasión un corredor lo arrolló antes de completar el pívot y quedó todo adolorido en el polvo de arcilla. La próxima vez que ese corredor llegó a primera Griffin le pidió a Aparicio que le sirviera la pelota abajo “le arrancaré la cabeza a ese tipo”. Griffin trastabilló en el pívot y tocó el suelo con la mano antes de lanzar a primera, aún así el corredor se llevó un gran susto y largó un alarido.

 Fox siempre llegaba al estadio consciente del riesgo que corría al jugar segunda base. En una ocasión un corredor entró con los ganchos por delante y lo impactó entre las medias sanitarias y el pantalón. La tela se abrió en jirones y algunos puntos carmesí difuminaron en el aire. Fox lanzó a primera. El corredor de segunda fue decretado quieto. Fox pasó un rato con las manos en las rodillas detrás de segunda base. El masajista y el manager estuvieron a punto de llevárselo al dugout. Aparicio habló con Fox y se quedaron mirando al pitcher. Al primer lanzamiento Fox entró y sorprendieron al corredor en segunda base.

 Todo ese suspenso e intensidad que se troqueló en mis retinas aquella tarde en el estadio de Cumaná, aunque logré revivirlo muchas veces después. Ahora cada vez lo extraño más, a menos que aparezca uno de esos jugadores que juegan con las medias arriba y corren hasta con un bombito al catcher.

 Alfonso L. Tusa C.

English translation

The baseball game as everything in life has suffered metamorphosis positive for some people and not so much for others. The designated hitter, the shrinkage of the strike zone, the shortening of distances between home plate and the outfield fences, juicy baseballs, cutting some centimeters from the pitching mound, are some of the main changes.

 There are other variations in the game that seem secondary but also affect its intensity. I’m talking about the each time more frequent informal talking between players when a runner arrives to a base, the pants covering the sanitary socks until the shoes’ heels. It’s a very different game from that I met at the end of the sixties, when the players ran like a track and field athlete to first base no matter they had hit a pop up to the catcher’s mitt.

 Maybe one of the plays I miss the most would be the second baseman pivot in the double play execution. As was expressed by the baseball photographer Aldo Di Bari in a radio show, now most of second basemen move to the side to avoid  the runner coming from first base. Even though they accomplish the objective, the play has lost that acrobatic punch of the frog jump over second base. I keep thinking that with the pivot the double play is faster.

 Nellie Fox, that great second baseman who integrated a special combination with Luis Aparicio, said in an interview that when he arrived to the Chicago White Sox, he asked about the main attributes for a second base to be successful. The answer was: He should have the nerve of a loose rope performer, the cold blood of a burglar and the grace of a dancer.

 My elder brothers talked a lot about the performances of a second baseman named Gustavo Gil. First with the Valencia Industriales he integrated one of the best double play combinations in the Venezuelan winter league along with Teodoro Obregón, afterwards with the Magallanes Navigators he was part of another great defensive tandem with Jesús Aristimuño. The guy was a magnificent defensive second baseman, his trademark signature was his spectacular double play pivot. The broadcaster called him “El Maestro” (“The Master”), Delio Amado León once said “out by the rules” each time a grounder was hit to his territory. My brothers Felipe and Jesus Mario called him “The astronaut” because of the way he floated over second base in each double play. They only had the graphic references from the newspapers and magazines, besides the imagination they fed with the radio broadcast.

 The first time I watched an organized baseball game, it happened at the Estadio Muncipal de Cumaná, Venezuela; during the National Juvenile Championship that took place on August, 1970. State of Cojedes team versus State of Sucre team. I still feel my 9-year-old heart rumbling until the tip of my feet. When I came into the central tribune, uncle Carlos had to close my mouth and pull me to the stairs. “Haven’t you been in a stadium before?” All that symphony of green and orange mixed with the lights coming from immense towers and a guy screaming “El pool, second base of the visitor team”, got me blind and breathless. The first play I remember was an invisible grounder over the third base line. Justo Arias dived into the clay, took the ball and threw to second base, there the State of Sucre second baseman, named Millán, stepped on the base and made the pivot to send the ball to first base. They completed the double play, but the runner clashed with Millán who fell down to the ground. He lied there about five minutes as the trainer examined him. Uncle Carlos patted on my shoulder. “Don’t worry. That’s baseball’s nature”.

 I still keep in the files of my memory Remigio Hermoso’s charcteristic jump when he got the ball from Enzo Hernández to deliver it to first base. Musiú LaCavalerie’s broadcasting painted images of a kung fu or karate practicant. The feet displayed in an impressive extension, the right arm stretched straight ahead. “…Remigio send the ball to first base…it’s a double play. We’ve just seen a museum play…pure art”.

 Through a Sports Illustrated article I knew that Bobby Richardson, while he integrated the New York Yankees double play combination with Tony Kubek at the beginning of the 1960’s, had five different pivots depending on the positioning and the speed of the ball. A symphony of artistic ability present at any game of that team.

 When Luis Aparicio played for the Boston Red Sox he gave some advices to a rookie second baseman named Doug Griffin. Once, a runner knocked him down before finishing the pivot and he stayed painful on the ground. The next time that runner arrived to first base, Griffin asked Aparicio to give him the ball down, “I’m going to tear his head out”. Griffin slipped in the pivot and touched the ground with his hand before throwing to first base, even that way the runner got very scared and screamed as if he was going to be shot.

 Fox always arrived to the ballpark aware of the risk for playing second base. Once, a runner came in with the spikes ahead and hit him between the sanitary socks and the pants. The fabric got broken into pieces and some reddish spots bubbled in the air. Fox threw the ball to first base. The guy running to second base was called safe. Nellie Fox stayed for a while behind second base with his hands on the knees. The trainer and the manager were about to carry him to the dugout. Aparicio talked with Fox and they stayed looking at the pitcher. When the pitcher was ready to deliver the ball, he made a movement and picked the runner off at second base.

 Now I miss all that suspense and intensity that I first saw that evening in the Cumaná ballpark. The only hope for me to watch a second baseman pivoting for a double play, is to have the chance of watching one of those players who use the socks above the pants and run to first base even with a pop up to the catcher’s mitt.

 Alfonso L. Tusa C.

Alfonso’s work has been featured in Venezuela’s daily newspaper, El Nacional and in the magazine Gente en Ambiente, and he’s collaborated on several articles for newspapers, including the daily paper Tal Cual. He’s also written three books and biographies for SABR’s BioProject

 

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