Voces de béisbol y ecología (Voices of baseball and ecology)
November 23, 2011 by Alfonso L. Tusa C. · Leave a Comment
Es el título de un texto que escribí inspirado en la primera vez que asistí a un juego del béisbol profesional venezolano. El pasado 30 de octubre se cumplieron 40 años de aquella tarde cuando esperé en Colinas de Bello Monte la llegada del Mercedes Benz de Rubén Campos. Ya casi eran las seis de la tarde y me quedé mirando a mamá. “Tranquilo ya tu tío va a venir”.
En el texto mezclé el desarrollo del juego desde la mirada de unos aficionados de la tribuna, los recuerdos de un niño de 10 años que en Cumanacoa conversaba emocionado con sus compañeros de quinto grado como sería ir al estadio Universitario, la experiencia de aquel niño convertido en profesional de la ecología treinta y tantos años después, debía dictar una charla de calentamiento global a niños de 10 años, sólo pudo llamar su atención al sacar de su cartera el ticket de aquel juego.
Desde el balcón del apartamento se veían las torres del estadio. Cuando empezaron a relumbrar oí una corneta en la calle. Allí estaba el blanco de la pintura del Mercedes chispeando la penumbra de la acera. Mamá me tuvo que agarrar para que no bajara corriendo. Entré al baño y el estómago me traicionó. El tío tocó la puerta y dijo que estábamos retrasados. Hice de tripas corazón y logré levantarme del retrete. Mamá me dio y un abrazo y papá me dijo que disfrutara al máximo.
Los aficionados de la tribuna discutían los pergaminos de los abridores; Aurelio Monteagudo y Jorge Lauzerique. Mencionaron el juego perfecto de Lauzerique en ligas menores y el paso de Monteagudo por varios equipos en Grandes Ligas y enla Ligavenezolana. Hablaron de porque no estaba jugando Enzo Hernández. De que Lou Piniella (left fielder deLa Guaira) había sido Novato del Año dela LigaAmericanaen 1969. Hablaron de los batazos de Jim Holt. Y de vez en cuando echaban una mirada a un incendio en El Ávila.
En el trayecto hacia el estadio hubo dos trancas. Tenía ganas de sacar el seguro de la puerta y caminar hacia las torres de luz. Rubén llevó el carro a un estacionamiento privado porque no quería que lo agarrara el jaleo del final del juego. La caminata hasta el estadio terminó siendo asfixiante para Rubén. “Tranquilo, si todavía ni siquiera han tocado el himno”.
Uno de los compañeros de quinto grado le pidió que se fijara en la pizarra que estaba detrás de las gradas del jardín central. “Un amigo mío fue al estadio y me dijo que la pizarra parecía un monstruo de la época de los dinosaurios”. Otro le dijo que tratara de ubicar a un coach trigueño de los Tiburones “Se llama Graciano Ravelo. El también tiene una academia de béisbol menor. Pregúntale por un pitcher que se llama Carlos Fragosa. Siempre lo veo en las páginas deportivas. Cuando no gana pierde por una o dos carreras”.
En la cola para comprar los boletos sólo los vendedores de naranjas y un tipo que gritaba “short stop del home club” con una bolsa de chapas en la mano, me tranquilizaron unos momentos. Entramos por la tribuna de tercera base y bajamos para sentarnos en los bancos de encima del dugout del Magallanes. La sirena encendía el ambiente mientras Monteagudo hacía sus envíos antes de empezar el juego.
Los niños de quinto grado se quedaron con los ojos de vidrio cuando el ecologista sacó el ticket amarillento de aquel juego. Les preguntó si sabían lo que era una marea negra. Los niños querían saber lo que había ocurrido en el juego y él les explicó que su padre iba a ir con él al estadio pero debido que se había producido una marea negra en la costa este de Estados Unidos, él iba a tener que escribir sobre eso para el periódico donde trabajaba y debería ir al estadio con su tío.
Lauzerique y Monteagudo se enfrascaron en un duelo de pitcheo que se decidió cuando Darrell Thomas aterrizó en el plato remolcado por sencillo de Ángel Bravo en el quinto inning. Hacia la parte final del juego un perro entró al jardín derecho y el propio Bravo estuvo un rato persiguiéndolo hasta que lo sacó del campo.
En el cierre del octavo cuando Lauzerique lanzaba con más intensidad y aumentaba la expectativa por ver si Magallanes podría reaccionar en el noveno, Rubén dijo que nos teníamos que ir para evitar el bululú de la salida del estadio. Me quedé con las ganas de ver aquel noveno inning. A cada rato mientras caminábamos hacia el estacionamiento privado volteaba hacia el estadio. En el radio del Mercedes escuché como Monteagudo sacaba el noveno inning. Me dije que si nos hubiésemos quedado quizás se hubiera empatado el juego. La tristeza por abandonar el estadio fue mayor que la de la derrota del Magallanes. Aún hoy puedo sentirla en todos sus aguijones.
Alfonso L. Tusa C.
English translation
It’s the title of a text for a book I wrote inspired by the first time I atended a venezuelan winter league game. The past October 30 th it was 40 years from that evening when I waited in Colinas de Bello Monte the arrival of Rubén Campos’ Mercedes Benz. It was almost six o’clock. I kept looking at Mom. “Don’t worry your uncle is coming”, she said.
In the text I mixed the process of the game from the glance of some fans in the stands, the memories of a 10-year-old boy who talked very excited to his friend in Cumanacoa, Venezuela, how it would be going to the Estadio Universitario, the experience of that boy grown up to become an ecologist, thirty some years later. He should talk about global warming in front of fifth grade kids. He could only get their attention by taking his ticket of hat game out from his wallet.
From the apartment balcony I could see the stadium towers of light. When the lights began to shine I heard a claxon in the street. There it was the white painting of the Mercedes sparkling in the sidewalk shadows. Mom had to grab me by the arm to avoid my running down to the street. I got into the bathroom, my stomach betrayed me. The uncle knocked on the door and said we were late. I made a great effort and got up from the water clock. Mom hugged me. Dad told me “Have a good time at the ballpark.”
The fans in the stands discussed about the lifetime records of the starting pitchers. Aurelio Monteagudo and Jorge Lauzerique. They talked about the perfect game Lauzerique hurled in the minor leagues and Monteagudo’s sitincts with different MLB teams besides his experience in the Venezuelan winter league. They talked about why Enzo Hernández (La Guaira’s regular short stop) wasn’t playing. About Lou Piniella (La Guaira’s left fielder) and his 1969 American League Rookie of the Year award. About Jim Holt’s line drives. And from time to time they sent a glance to a fire at El Ávila mountain.
While driving to the ballpark there were two traffic jams. I wanted to open the car’s door and run to the ballpark. Rubén drove the car to a private parking place because he wanted to avoid the crowd at the end of the game. The walk to the park was very exhausting for Rubén. “Hold your horses, they haven’t played the national anthem yet.”
One of his fifth grade classmates asked the 10-year-old boy to pay attention to the scoreboard behind the center field bleachers. “A friend of mine went to that ballpark and told me that scoreboard looked like a monster from the dinosaurs era.” Another friend told him that tried to find a coach ofLa GuairaSharks.”His name is Graciano Ravelo. He also owns a little league baseball academy. Ask him about a pitcher named Carlos Fragosa. I always see him in the sports pages. He’s a great pitcher”.
In the line to buy the tickets I only could get relaxed by watching the orange vendors and a guy who shouted “short stop of the home club” with a bag in his hands. We got into the park through the third base stand and sat on the benches above the Magallanes Navigators dugout. The siren sounded all around while Montegudo made his preliminary deliveries.
The fifth grade kids stayed as statues when the ecologist took that old ticket out from his wallet. He asked if they knew what an oil spill was. The kids only wanted to know what had happened in that game and he explained that his father was going with him to the ballpark but because of an oil spill in the east coast of theUnited States, he had to write an article about it for the newspaper where he worked. So he went to the park with his uncle.
Lauzerique and Monteagudo got into a pitching duel that was decided when Darrell Thomas was plated in by an Angel Bravo base hit in the fifth inning. In the final part of the game a dog came to the right field and Bravo took him out.
In the bottom of the eighth, when Lauzerique hurled at his best and the expectation to see if Magallanes could react in the ninth frame raised, Rubén told me that we had to leave to avoid the crowd at the end of the game. I looked back to the ballpark at each step to the private parking place. I told myself that if we had stayed maybe Magallanes could have tied the game and won it. The sadness for leaving the ballpark was even bigger that the one for the Magallaness loss. Even today I can feel it with all its stings.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso’s work has been featured in Venezuel’s daily newspaper, El
Nacional and in the magazine Gente en Ambiente, and he has collaborated
on several articles for newspapers, including the daily paper Tal Cual.
He has also written three books and biographies for SABR’s BioProject.