Látigo indeleble (Unforgettable Látigo)
March 16, 2012 by Alfonso L. Tusa C. · Leave a Comment
Hace unos años vi una película donde unos muchachos entierran en el jardín de su casa una botella con varios papeles donde escribieron sus experiencias de la época. Juegos, amistades, noviazgos, monedas, letras de canciones, envoltorios de caramelos y hasta arena de mar. En la noche soñé que tenía una botella de kolita sifón, aquella sabrosísima gaseosa que envasaban frente al parque Ayacucho cumanés, en medio de la agitación de mis amigos metimos un pedazo de pabilo de un papagayo, varios mechones de cabello de la chica que espiábamos, un gurrufío, un envoltorio de aeromint, un pedazo de pelota de goma, y un papel que fui a sacar debajo del colchón de mi cama. Mis amigos se quejaban que cuarenta años después ya no íbamos a vivir allí, que a lo mejor cualquier jardinero obstinado empezaba a cavar y rompía la botella, o quién sabe que iba a ser de nuestras vidas.
Aquel papel dibujó los rayos de luz que atravesaban la persiana el mediodía del 16 de marzo de 1969. El locutor anunció en la radio “Zingara. Bobby Solo”. “Prendi questa mano zingara. Dimmi pure che destino havro…” Una fanfarria atravesó la canción. “Extra de NotiRumbos. En el peor accidente aereo que se recuerde en Venezuela perecieron todos los ocupantes de la aeronave de Viasa con destino a Estados Unidos. Entre los pasajeros se encontraba el dueño de Cardenales de Lara Antonio Herrera y los peloteros Carlos Santeliz e Isaías Látigo Chávez”. Del baño llegó un ruido metálico. Cuando me asomé dos líneas escarlata surcaban las mejillas de Felipe. La afeitadora rebotó en el grifo y cayó en el bidet. Se enrrolló la mano en papel higiénico y se agarró del marco de la puerta. Ya no iba a saber más de aquel muchacho que lo retrasó en el mandado de su mamá cuando un mediodía se quedó oyendo en la radio que un pitcher de Distrito Federal se había fajado con el equipo de Nueva Esparta por 13 episodios y aunque perdió el juego, ponchó 18 y estuvo a punto de ganar. Felipe me pasó la mano por los hombros mientras ladeaba la cabeza. Se paró sin retirar el papel de su mejilla. Abrió el gabinete y sacó una barajita de un compartimiento secreto. Se quedó mirando la foto del Látigo y refirió como se lió a puñetazos con un muchacho que intentó arrebatarle la barajita de su héroe.
Pregunté si ese era el pitcher que él y Jesús Mario decían que transformaba aquel Magallanes mediocre de mediados de los años sesenta. Felipe se untó un dedo con saliva y lo masajeó en la herida. “El Látigo no sólo transformaba aquel Magallanes, cuando él pitcheaba el equipo era capaz de ganarle al Caracas,La Guairao a cualquier equipo de Grandes Ligas”.
Jesús Mario contó que venía saliendo de un examen de reparación cuando escuchó que el Látigo había debutado en Grandes Ligas y aunque San Francisco perdió con los Cachorros, el Látigo había dominado a Ron Santo y Ernie Banks. “La noticia que llegaba del radio de una casa, me tranquilizó y me hizo tener esperanzas en que había hecho un buen examen”.
Le pregunté a Felipe si el Látigo era el pitcher que los había hecho saltar por todo el cuarto, y ni les importó el regaño de papá, ni que estaba reforzando a los archirivales Leones del Caracas, porque había retirado 25 bateadores en fila de los Industriales del Valencia. Felipe asintió y bajó la cara. ¿Cómo iba a hacer para volver a escuchar o ver un juego del Látigo?
No quise salir a jugar con mis hermanos. Papá se sentó conmigo en la cama. Me dijo que la vida es muy dura a veces y hay que respirar profundo y seguir adelante, aún con lágrimas en los ojos. Seguramente podría ver varios juegos del Látigo. “Si buscas en los ‘Sport Gráfico’ de tus hermanos y registras en los periódicos, encontrarás todos los juegos que quisiste ver del Látigo, y muchos que ni te imaginaste. Y si le preguntas a quienes lo vieron actuar dentro y fuera del campo, por supuesto que completarás la escena de ese juego”. Reclamé que mi sueño había sido asistir a un juego en vivo en el estadio Universitario, con las tribunas repletas, la sirena abrasando el ambiente y la punta del spike izquierdo del Látigo apuntando hacia el cielo. Papá me dio dos palmaditas en el hombro y un abrazo.
Unas noches atrás se me paralizó el dedo sobre el control al ver las imágenes de la película. Estaban sacando la botella del jardín cuarenta años después. Los papeles estaban fracturados, las monedas corroídas y la arena de mar era un polvillo apenas perceptible. Aquella noche me levanté varias veces. Es la única vez que he continuado un sueño. Mis amigos se quedaron mirando lo desgastada que estaba la litografía de la kolita Sifón. Sólo la podía leer quién había visto su estado original. Del pabilo sólo quedaban motas segmentadas. Los mechones de cabello parecían transparentes. El gurrufío se deshizo al primer movimiento. Del envoltorio de Aeromint sólo quedó la tirita azul que servía para abrir el paquete. El fragmento de pelota despedía vahos húmedos. Y el pedazo de papel se quebró en dos mitades al sacarlo de la botella. A duras penas lo juntamos sobre la grama. En letras desteñidas apareció el encabezado “La última entrevista de Isaías “Látigo” Chávez”. A pie de página decía Sport Gráfico y el número de la página.
Alfonso L. Tusa C.
English translation
Sometime ago I saw a movie where some boys bury a bottle in the garden of a house. They filled the bottle with some papers where they wrote their boyhood experiences. Games, friendships, girls, coins, songs’ lyrics, candies cover and even sand from the sea. That night I dreamed that I grabbed a bottle of kolita Sifón, that great soda beverage that was bottled in Cumaná, Venezuela, along with my friends we put inside the bottle a piece of thread from a kit, some hair of the girl we spied, a marble, an aeromint candy cover, a fragment of rubber ball, and a paper I took from under my bed mattress. My friends complained that after forty years we weren’t going to live around anymore, that maybe some gardener could break the bottle, or who knew what was going to happen with our lives.
That paper drew the light rays through the window the midday of March 16, 1969. The announcer said on the radio: “Zingara. Bobby Solo”. “Prendi questa mano zingara. Dimmi pure che destino havro…” A trumpet crossed the song. “Extra de Notirumbos. In the worst aircrash recalled in Venezuela all the passengers at the Viasa plane flying to USA died when the plane crashed near the “Grano de Oro” airport at Maracaibo.”
Among the passengers were the Lara Cardinals owner, Antonio Herrera and the ballplayers Carlos Santelíz and Isaías Látigo Chávez.” A metallic noise came from the bathroom. When I looked inside, two red lines dropped through Felipe’s cheeks. The blade razor rebounded from the faucet and fell down on the bidet. He covered his hand with toilette paper and grabbed the door’s frame. He wasn’t going to know anymore about that guy who made him be late at home with an errand for his mother when some noon he stayed listening to a radio about a young pitcher of the Distrito Federal team who had battled against the Nueva Esparta team for 13 innings and despite he lost the game, he struckout 18 and almost got the win. Felipe patted my shoulders as he shook his head. He stood up with the paper on his cheek. He opened the cabinet and took out a baseball card from a secret compartment. He stayed looking at the Látigo’s picture and told me how he had exchanged punches with another boy who tried to steal the card of his hero.
I asked if that was the pitcher who him and Jesús Mario said he transformed that mediocre Magallanes team from the middle of the sixties. Felipe spread his index finger with saliva and pressed it on the wound. “El Látigo not only transformed that Magallanes team, when he was the pitcher the team was able of beating the Caracas Lions, theLa GuairaSharksor even an MLB team.”
Jesús Mario recalled that he was coming out from a make up test in high school when he listened that “El Látigo” had made his debut in MLB and despite the San Francisco Giants lost with the Chicago Cubs, “El Látigo” had retired Ron Santo and Ernie Banks. “The news came from a radio in a house, it relaxed me and made me have good expectations about what I had done in the test.”
I asked Felipe if “El Látigo” was the pitcher who had made them jump around the bedroom, they didn’t care about Dad’s madness, nor even that “El Látigo” was playing for the hated rivals Caracas Lions. Because he had retired 25 batters of theValenciaIndustriales in a row. Felipe said yes and dropped his face. “How was he going to do to listen or see again a game where “El Látigo” pitched?
I didn’t want to go playing with my brothers. Dad sat down with me on the bed. He told me that sometimes life was really hard and it’s necessary to take a deep breath and keep going, even with tears in the eyes. He told me that for sure I could see several games where “El Látigo” played. “If you look at you brothers’ Sport Gráfico magazines and seek in the newspapers, you’ll find all the games of “El Látigo” you wanted to see, and so many others you never imagined. And if you ask the people who saw him perform in or out the field, of course you’ll complete the scene of that game.” I complained that my dream had been attending a game in live at the estadio Universitario (Caracas), with a great crowd, the siren burning the air and the tip of “El Látigo” left spike aiming to the sky. Dad patted me on the shoulder and gave me a hug.
Some nights ago I got my finger paralyzed on the remote control. There it was again the movie. The boys were taking the bottle out from the garden forty years later. The papers were fractured, the coins rusted and the sea sand was a thin dust almost invisible. That night I got up many times. It’s the only occasion when I have continued a dream. My friends kept looking at the seized lithography of the kolita Sifón bottle. It could only be read for someone who had seen its original state. From the kit thread it only remained little specks, the hair of the girl looked transparent. The marble got rugose. About the aeromint candy cover it could only be seen the blue ribbon used to open the package. The fragment of rubber ball smelled to humidity. And the sheet of paper broke in two pieces when we took it out from the bottle. We could hardly put it together on the grass. The title appeared in dyeing letters: “Látigo Chávez last interview”. At the foot of the page it could be read Sport Gráfico and the number of the page.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso’s work has been featured in Venezuel’s daily newspaper, El Nacional and in the magazine Gente en Ambiente, and he has collaborated on several articles for newspapers, including the daily paper Tal Cual. He has also written four books and biographies for SABR’s BioProject.