Memorias de Fenway Park (Memories of Fenway Park)
April 10, 2012 by Alfonso L. Tusa C. · Leave a Comment
El taxi me dejó en la esquina de Beacon y Arlington street. Tuve una conversación tan amena con el taxista que ni me di cuenta de la nieve y la temperatura. En la puerta del Boston School of Modern Languages la señora de la oficina me dijo que debía ir urgente a comprar ropa de invierno en la tienda Jordan Marsh, luego de dejar el equipaje en el apartamento. Apenas sentía las manos mucho menos las orejas. Nada que ver con el clima de Venezuela.
Luego de comprar la ropa de invierno, empecé a conocer Boston a pié. No me importó que todo estuviera cubierto de nieve, ni que el termómetro marcara varios grados bajo cero. En la cima de la torre John Hancock empuñé un telescopio e hice un rápido barrido visual de la ciudad. Noté un paisaje conocido y regresé allí. Ahí estaba el monstruo verde donde Ted Williams, Carl Yastrzemski y Jim Rice habían brillado, la escalera de la pared del centerfield donde Dom DiMaggio, Jimmy Piersall, Reggie Smith y Fred Lynn efectuaran atrapadas fantásticas. Los confines del right field donde alguna vez Tony Conigliaro se lanzara en la grama para tomar la pelota en esfuerzo supremo o Dewey Evans realizara aquel salto increíble para empezar aquel dobleplay en el sexto juego dela SerieMundialde 1975. Pasé al cuadro interior y vi a Jerry Adair salir del juego con la boca llena de sangre para regresar poco después a seguir jugando. Rico Petrocelli esperando que la pelota en su guante para completar el out del banderín de 1967. Luis Aparicio ayudando a Doug Griffin en el arte del dobleplay. Carlton Fisk corriendo hacia las tribunas para atrapar elevados de foul sobre los asientos. Fijé la mirada en el montículo y de inmediato imaginé los rostros de Babe Ruth, Jim Lonborg o Dennis Eckersley. El guardián del edificio me tocó en el hombro. “Son las 10 en punto de la noche. Hora de cerrar”.
Me costaba adaptarme a la ciudad. Principalmente por el clima. Pero cuando descubrí una tienda de barajitas de béisbol cerca de Kenmore Square las cosas empezaron a mejorar. Allí me enteré de la fecha cuando los Medias Rojas empezarían a vender los boletos de todos los juegos de la temporada. Ese día sentí como si estuviera en Cumaná. Compré tickets para los juegos de la primera mitad de la temporada.
El próximo día me levanté temprano, pasé por el Boston Public Garden, luego me fui por Boylston street, Copley Square y seguí caminando hasta Kenmore Square. Desde ahí podía ver las torres de las luces del estadio. Avancé dos cuadras y empecé a girar el cuello como un buho. Cuando pensé que estaba perdido le pregunté a un hombre de mediana edad y me respondió con una gran sonrisa: “¡Pero si estás enfrente de la entrada principal de Fenway Park!” El periódico se me cayó de las manos. ¿Eran aquellas fachadas como de museo la entrada de Fenway Park? Me quedé ahí preguntando a la gente por la historia del edificio, pero todos iban muy apurados. Alrededor de mediodía me convencí que Fenway Park permanecería cerrado. Un viejo me dio unas palmadas en el hombro. “Fenway no abrirá sus puertas hasta abril”. De todas formas regresé muy contento a Beacon street. Las paredes externas de Fenway Park eran como la entrada de una casa de familia.
La primera vez que asistí a un juego en Fenway Park fue a comienzos de abril de 1983. Mepuse mi chaqueta de invierno y los guantes para el frío. A mitad de camino tuve que comprar un helado en Brigham’s para dejar de titiritar. Me las arreglé para entrar a Fenway Park por el portón indicado a pesar de mis dificultades para hablar inglés. Palco de terreno detrás del plato. Esa fue la primera temporada de Antonio Armas con los Medias Rojas. Después de la práctica de bateo, un remolino de aficionados gritaba desde la tribuna en buscade un autógrafo. “Armas, aquí, de Venezuela”. El pelotero seguía trotando hacia el dugout. Entonces aproveché mi oportunidad. “Epa Armas. Puerto Píritu. Puerto Píritu”. Armas se detuvo y empezó a mirar alrededor. Empujé y traté de escabullirme entre el tumulto, había tantos aficionados que me quedé atascado. Durante el juego un tipo cercano a mi asiento gritó varias veces “Armas vete de vuelta a Oakland”. Yo podía entender inglés mejor de lo que los hablaba. Recé a Dios para que Armas jugara mejor. En el inning siguiente Armas despachó un batazo inmenso que se estrelló contra la mitad del monstruo verde. La gente empezó una ovación. El tipo dejó de gritar.
La próxima vez que pisé los confines de Fenway Park sentí curiosidad por todas esas personas que compraban pretzels rociados con cristales de sal y luego las cubrían con mostaza. Primero arrugué los labios. Después compre un pretzel. La mezcla de pan y mostaza me hizo regresar dos veces por otro pretzel.
Ese día me senté en las gradas. La temperatura todavía rondaba alrededor de cero. Una vez que el juego empezó sentí que disfrutaba el sol de Cumaná. Los Medias Rojas jugaban ante los Angelinos de California. En el octavo inning, dos pitchers empezaron a calentar en el bull pen. Uno de ellos era Luis Mercedes Sánchez. Empecé a gritar “¡Ese de Cariaco!”. Sánchez dejó de calendar y miró hacia las gradas. Lo saludé desde mitad de la grada y levantó la gorra.
Luego que terminó el juego me perdí en la multitud y terminé en una calle que no conocía. Seguí avanzando. Cuando empezaba a pensar que aquella sería una larga noche vi las torres de luz de Fenway Park y empecé a cruzar calles hasta llegar a Boylston street. Allí me sentí feliz de nuevo.
Alfonso L. Tusa C.
English translation
Memories of Fenway Park
The cab left me just in the corner between Beacon andArlington Street. I had such a nice talk with the driver that I hardly noticed about the snow and temperature. At the door of the Boston School of Modern Languages the lady at the office urged me to go to Jordan Marsh store after leaving my luggage at the apartment. I couldn’t feel my hands not even my ears. Definitely it wasn’tVenezuela’s weather.
After buying winter clothes I started to knowBostonon foot. No matter about all those inches of snow, no matter all those degrees below zero. At the top of the John Hancock tower I handled a telescope and made a quick scan through the city. I saw a known landscape and got back to it. There it was the green monster where Ted Williams, Carl Yastrzemski and Jim Rice had excelled, the ladder at the centerfield wall where Dom DiMaggio, Jimmy Piersall, Reggie Smith and Fred Lynn made fantastic catches. The confines of right field where once Tony Conigliaro rolled on the grass to perform a magnificent grab or Dewey Evans made that incredible jump to begin that doubleplay in the sixth game of the 1975 World Series. I moved to the infield and watched Jerry Adair going out of the game with his mouth full of blood just to come back to play a few minutes later. Rico Petrocelli waiting the fall of the ball to complete the pennant’s out. Luis Aparicio helping Doug Griffin in the making of doubleplays. Carlton Fisk running to the stands and catching foul balls in the seats. I looked to the mound and immediately imagined the faces of Babe Ruth, Jim Lonborg or Dennis Eckersley. The building’s guard tipped on my shoulder. Told me it was 10 o’clock at night. “Time to go”.
I couldn’t adapt to the city. Most of all because of the weather. But when I discovered a baseball card store nearKenmore Squarethings began to get better. There I knew about the date the Red Sox would begin to sell the tickets for the season. That day I felt like I was in my hometown of Cumaná. I got tickets for the first half of the season.
Next day I got up early, strode to theBostonPublicGarden, then tookBoylston Street,Copley Squareand kept walking untilKenmore Square. From there I could see the light towers of a stadium. I advanced for two or three more blocks and started to gyrate my neck as an owl. When I thought I was lost, I asked a middle aged man and he told me with a great smile. “But if you are just in front of FenwayPark’s main gate!” The newspaper dropped from my hands. Those facades like a museum were the entrance of the famousFenwayPark? I stayed there asking people about the building history, but they were all in a hurry. At about noon I realized that Fenway would remain closed. An old man patted my shoulder and said. “Fenway won’t open its gates for fans until April.” Anyway I got back toBeacon streetvery happy. The outer walls of Fenway were like the entrance of a family home.
The first time I attended a regular game atFenwayParkwas at the beginning of April 1983. I put my winter jacket and gloves on. Halfway to the park I had to buy and ice cream at Brigham’s to stop feeling the freezing. No matter I could hardly speak english I managed to go inside Fenway through the right gate. Box seat behind home plate. That was Tony Armas first season with the Red Sox team. After batting pratice a vortex of fans shouted from the stands looking for an autograph. “Armas, here, fromVenezuela”. He kept jogging to the dugout until I took my chance. “Hey Armas. Puerto Pírituº. Puerto Pírituº”. Armas stopped and started to look around. I pushed and slipped around but there were so many fans that I couldn’t move. During the game a guy near to my seat shouted for a while “Armas go back toOakland”. I could understand English better than speaking. So I praised the Lord for Armas to play better. The next inning Armas hit a tremendous shot that smashed against the middle of the green monster. People started to cheer. The guy never shouted anymore.
Next time I stepped the confines ofFenwayParkI got curious about all that people buying pretzels spread with crystals of salt and then covered with a lot of mustard. At first I wrinkled my mouth. Later I got a pretzel, the mixture of salt, bread and mustard made me got back twice for another one.
That day I sat in the bleachers. The temperature was still around zero, but once the game started I felt like enjoying the sun in Cumaná. The Red Sox played the California Angels. Around the eighth inning, two pitchers started to warm up in the bull pen. One of them was Luis Mercedes Sánchez. I began to shout. “¡Ese de Cariaco*! (Hey you from Cariaco!)”. Sánchez stopped warming up and looked to the bleachers. I greeted with my hand and he smiled.
After the game finished I got lost in the crowd and ended in a street I didn’t know. I kept advancing. When I began to think that was going to be a long night I sawFenwayPark’s light towers and began to cross streets until getting toBoylston street. There I felt happy again.
Alfonso L. Tusa C.
*Cariaco: The hometown of Luis Mercedes Sánchez inVenezuela.
º Puerto Píritu: Tony Armas hometown in Venezuela.
Alfonso’s work has been featured in Venezuel’s daily newspaper, El Nacional and in the magazine Gente en Ambiente, and he has collaborated on several articles for newspapers, including the daily paper Tal Cual. He has also written four books and some biographies for SABR’s BioProject.